María era una joven muy bondadosa. Ella se há casado com José, um carpintero de Nazaré. Un día, ella fue informada por el Plano Espiritual que daría la luz a un niño; él se llamaría Jesús. Cuando María estaba en estado adelantado del embarazo, ella y su marido necesitaban viajar de Nazaré (Galilea), hasta Judea, pues en aquella época César Augusto decretó que fuera realizado un Censo (contaje de los habitantes de un lugar) y todos deberían alistarse en la ciudad del patriarca de la familia. Como José nació en la ciudad de Belén (Judea) tenían que ir hasta allí para participar del Censo, según ordenaba la Ley. Y ocurrió que, estando allí, llegó el día en que María daría la luz. José y María intentaron buscar una hospedaría para acomodarse, pero estaban todas llenas, y les restó como único sitio un establo. Fue allí que María dio la luz al niño Jesús.
María, la madre de Jesús, trabajaba en el tejar. Además de tejer, hacía el servicio de la casa y cocinaba. Jesús le ayudaba cargando leña y agua, atendiendo siempre a los pedidos de la madre.
El padre de Jesús se llamaba José. Él trabajaba en su oficina, pues era carpintero. A Jesús le gustaba mucho ayudar a su padre y cuando se volvió adulto aprendió la profesión de carpintero (quién hace muebles de madera).
Cierto día, José y María estaban en el templo y, tras un momento de distracción, no encontraron el chico. Jesús estaba con los Doctores de la Ley, hombres que estudiaban la Ley de Moisés. El chico dejó los sabios sorprendidos con sus conocimientos y con su inteligencia. Tenía Jesús 12 años en esta ocasión y se preparaba para desarrollar una grande misión en la Tierra.
Tras ser bautizado por Joao Batista, Jesús iba por toda Galilea, enseñando en las Sinagogas, preparando el Evangelio del reino y curando las enfermedades del pueblo. Él hablaba del amor, perdón, caridad, paz y humildad. Su reputación se alastró a varios lugares y era acompañado por gran multitud en sus sermones. De todos los hechos que dan testimonio del poder de Jesús, los más numerosos son las curas. Él deseaba enseñar que el verdadero poder es el de aquel que hace el bien. Su objetivo era ser útil y no satisfacer la curiosidad de los indiferentes, por medio de las cosas extraordinarias.
Asustados con el poder de las palabras de Jesús sobre la multitud, los sacerdotes, temerosos de perder el prestigio junto al pueblo, se reunieron en la casa de uno de ellos (Caifás) y planearon la muerte de Jesús. Ellos ofrecieron a Judas, uno de sus discípulos, treinta monedas de plata para que le entregara en el Tiemplo.
Cuando el soldado llegó al Horto de las Oliveras para prender a Jesús, Pedro quiso defenderlo, atacando con una espada, pero el Maestro le dijo: "Guarda tu espada; pues todos que lanzan mano de la espada, por la espada perecerán". (Mateus 26.52).
En ninguno momento Jesús permitió la violencia y acompañó a los guardias con calma, diciendo a los discípulos que todo se le daría según las escrituras sagradas. Fue condenado a la crucificación, pero no huyó, demostrando el coraje de enseñar la verdad hasta el último momento.
Jesús fue llevado a la casa de Caifás (sumo sacerdote de los judíos en aquel año) para la casa de Pilatos (gobernador romano) como si fuera un bandolero. Los judíos no querían matar a Jesús, por estar conmemorando la Pascua, y por eso, lo llevaron a Pilatos para que el gobierno romano ordenara su muerte.
Tras hacer varias preguntas a Jesús, Pilatos volvió a los judíos y les dijo que no hallaba ningún crimen, preguntándoles si les gustaría que soltaran al rey de los judíos. Pero el pueblo no aceptó y Pilatos entonces mandó que los soldados azotaran a Jesús. Después de varias torturas, Pilatos nuevamente entregó Jesús a los judíos, diciendo que no veía crimen ninguno, pero los judíos contestaron que él debería morir por haber afirmado que era hijo de Dios. Entonces Pilatos le entregó para ser crucificado.
Jesús cargó su propia cruz hasta un lugar llamado Gólgota. Allí él fue crucificado, en el medio de dos ladrones. Junto de la cruz estaban María, su madre, María de Cleofas, María Madalena y el discípulo Joao.
Jesús, tras la muerte de su cuerpo físico, apareció, en Espíritu, a los apóstolos y a algunos amigos, quedando junto de ellos por algunos días. Comprobó así, que el Espíritu no muere y que la vida continúa, en Espíritu, después de la muerte del cuerpo material.