Érase una vez un hormbre que fue viajar. Antes, sin embargo, llamó sus empleados y repartió sus benes entre ellos, para que los multiplicasen.
Para el primero siervo le dio cinco talentos (moneda de la época). Para el segundo, confió dos talentos. Y, finalmente, para el último dio solamente un talento.
El empleado que recibió cinco talentos trabajó y obtuvo como beneficio más cinco. El siervo que recibió dos talentos invirtió, se esforzó, y tuvo de beneficio más dos talentos. El empleado que recibió un talento escavó un agujero en el suelo y escondió el talento.
Cuando el patrón regresó, pidió cuentas a los empleados del dinero que les había confiado.
El siervo que recibió cinco talentos devolvió al señor diez talentos.
- ¡Magnifico, estoy contento con tu actitud! – dijo el patrón.
El empleado que recibió dos talentos, entregó al jefe cuatro talentos y el patrón le dijo:
- ¡Muy bien! Fuiste un siervo bastante fiel, futuramente te confiaré más.
El hombre que recibió un talento, escondió el dinero, pues tuvo miedo del patrón que era un señor severo. Devolvió a él solamente el talento que había recibido. El jefe quedó muy decepcionado, pensando que era perezoso y malo. Y mandó que le echasen, porque él no era un empleado muy bueno.