Alan y Carlos llegaron al Grupo Espírita cuando la música que antecede la evangelización estaba empezando. Los dos oíran atentamente, pues aunque no sabían las letras de las canciones, sabían que era un importante momento de armonización espiritual. Alan se quedó triste al observar que algunos niños no cantaban y hasta estorbaban los otros compañeros que querían cantar con encontrones y provocaciones.
Los dos luego percibieron que no estaban solos: habían otros niños desencarnados que también habían venido aprender en las clases de evangelización espírita. Algunos niños estaban acompañados de sus madres, pues pretendían reencarnar en la misma familia.
Cuando los niños se dirigieron para el aula, ellos les acompañaron en uno de los grupos se acomodando en un rincón del aula. Otros desencarnados fueron con ellos asistir también a la clase. Al empezar la clase, una de las evangelizadoras hizo una oración, pero ni todos los niños prestaron atención. Algunos de los desencarnados, además, pudieron percibir la energía positiva que envolvió el ambiente a partir de aquella oración sincera.
- ¡Ah! ¡Si los encarnados supieran el poder que tiene una oración! – pensó alto Carlos.
Él también explicó que las evangelizadoras veneran la tarea que realizan. Ellas saben que tienen la oportunidad de ayudar, pero que también aprenden mucho sobre la Doctrina Espírita y los enseñamientos de Jesús. Por eso ellas preparan la clase con mucho amor y suelen tener ayuda de los amigos espirituales encargados de la tarea de evangelización en aquel Centro Espírita.
En aquel dia, el tema era el Angel guardián, también llamado de Espíritu protector. Él es el Espíritu que nos acompaña y protege, desde antes del nacimiento, y nos intuye a seguir siempre el buen camino.
Los niños comprendieron que es posible pedir ayuda del amigo espiritual a través de una oración y que él también representa la bondad de Dios para con sus hijos, pues Él nunca les abandona.
De esa manera, durante la clase, Alan entendió la tarea que Carlos tendría durante su próxima encarnación, pues Alan iba a reencarnar pronto y Carlos sería su Espíritu protector, pues él era ya un Espíritu evolucionado, que aceptó la tarea de acompañar Alan. Ellos eran ya amigos, y sabían que reencarnar es una oportunidad preciosa de evolucionar y aprender.
Carlos observó que ni todos los niños aprovechaban la clase, pues tres de ellos charlaban mucho y jugaban en los ratos en que las evangelizadoras enseñaban. Él pensó que, tal vez, aquellos niños aún no sabían que hacemos opciones sobre como aprovechar el tiempo, todos los días, todos los momentos. Carlos se quedó triste en ver que aquellos niños, por sus actitudes, estaban se unindo mentalmente a desencarnados que son nuestros hermanos, pero están muy infelices, pues aún no tienen jesús en el corazón y no quieren que otros niños sepan más sobre el Mestre jesús y sus enseñanzas. Con esas sintonías espirituales, esos niños estaban haciendo opciones de manera equivocada, pues no estaban aprovechando la oportunidad de aprender lecciones que, sin dudas, harían la diferencia en los momentos de dificultad que todas las personas pasan mientras encarnadas.
Pero los amigos Alan y Carlos, los otros niños desencarnados y sus madres estaban en el aula prestando mucha atención durante toda la clase, así como la mayoría de los niños encarnados que hicieron preguntas y aprovecharon el momento para aprender.
Al final de la clase los desencarnados agradecieron a Dios la oportunidad de aprender que tuvieron y pedieron por aquellos tres niños, para que el Espíritu protector de ellos pudiera intuirles a prestar más atención en las clases, para que no tengan que aprender más tarde, por la dor, las lecciones que no aprovecharon a través del amor de las evangelizadoras, en las clases de evangelización.
Claudia Schmidt