João, Pedro y José entraron en un supermercado. João hurtó dos barrotes de chocolate y Pedro también. José no cogió nada sin pagar, y con el poco cambio que tenía consiguió comprar una barra de chocolate. Usted sabe lo que paso con los tres niños?
João – João continuó creyendo que no hacía mal robar sólo uno o dos barrotes de chocolate. Pero rápido él pasó a robar otras cosas, cosas mayores y más caras. João nunca fue preso, por ello él creía que no tenía importancia cometer algunos robos, contando que nadie lo descubriese.
João creció y consiguió un empleo. Luego estaba robando del patrón. Tuvo que cambiar de empleo y de ciudad para que no descubran que él robaba.
João tenía muchos bienes materiales, pero no tenía la consciencia tranquila. Él tenía insomnio, gastritis, vivía nervioso y con miedo que alguien fuese a descubrir que él robaba. Él era muy infeliz, y muchas veces percibió que sus hijos tenían vergüenza del padre, pues sabían que João no era un buen ejemplo.
Muy joven todavía, João tuvo un ataque del corazón y desencarnó.
Llegó al Mundo Espiritual perturbado y muy apegado a la casa, al coche y a todas las cosas materiales que quedaron en el mundo terreno. Allá encontró sólo la compañía de otros ladrones como él; sufrió mucho, tuvo soledad y miedo. Tiempo después, se arrepintió de la vida deshonesta que llevó.
La familia de João oraba por él y Dios, en su infinita bondad, dio otra oportunidad João (el evangelizador podrá preguntar como Dios nos concede una nueva oportunidad cuando estamos desencarnados): él reencarnó. En su nueva vida, João, que ahora tiene otro cuerpo físico y otro nombre, será muchas veces tentado a ser deshonesto. Y así será hasta que él aprenda a respetar a los otros y sus bienes, adquiriendo la virtud eterna que es la honestidad.
Pedro - Cuando llegó a casa - su padre percibió que el chico estaba nervioso y fue a conversar con él. Rápido, el padre descubrió lo que había ocurrido. Conversó mucho con Pedro, habló sobre la importancia de ser honesto, siempre, en todas las situaciones. Habló también que aunque nadie esté mirando, robar es una actitud errada y nuestra consciencia sabe de eso. El padre de Pedro, hizo ir al niño, hasta el supermercado, pedir disculpas al gerente y prometer que él nunca más haría eso. También tuvo que devolver la barra de chocolate que restaba y pagar con la mensualidad la barra que ya había comido. El niño nunca más olvidó las palabras del padre y de como su padre tuvo vergüenza de la actitud de él y también de como él se sintió mal por haber hecho algo deshonesto.
El tiempo pasó, y Pedro nunca más robó. Él también aprendió que mentir es una forma de deshonestidad consigo y con los otros y pasó a cultivar solamente la verdad.
Pedro terminó sus estudios, entró a la universidad, tuvo un empleo muy bueno, se casó y tuvo hijos. Pedro, durante su vida, tuvo otras oportunidades de ser deshonesto, de robar al patrón, pero nunca más tuvo esa actitud. Cuando él pensaba en ser deshonesto recordaba de la situación que pasó, de las palabras de su padre. Y se acordaba de sus hijos, pues quería ser un buen ejemplo para ellos.
Cuando Pedro desencarnó, él pudo observar que su esfuerzo en ser honesto valió la pena. Analizando su vida, él percibió que tomó la decisión correcta, porque llevó una vida basada en la honestidad. Él había adquirido la virtud de la honestidad, que es una virtud eterna, que él va a llevar para las próximas reencarnaciones.
José - Cuando José descubrió lo que sus amigos habían hecho, intentó alertarlos de que era errado robar y que la actitud de ellos tendría consecuencias negativas. Pero los otros dos niños no dieron atención José y lo llamaron miedoso y cobarde. Como el niño estaba seguro de que robar era errado y de que jamás haría eso, dejó a los chicos hablando solos.
José creció, terminó la facultad, consiguió un empleo. Conoció una joven, llamada Miriam, de quien se enamoró. Se casó, tuvo hijos. Su esposa también era honesta y trabajadora. El hogar de ellos tenía mucho amor y sinceridad. En aquella casa no entraba la mentira, ni la deshonestidad y José podía, todas las noches, poner la cabeza en la almohada y sentir la consciencia tranquila, pues sabía que estaba haciendo lo mejor, siguiendo las enseñanzas de Jesús.
José y Miriam tenían dificultades, inclusive financieras, pero con amor, sinceridad y honestidad tenían más facilidad para resolver los problemas. José pasó para sus hijos un óptimo ejemplo de como ser un hombre de bien. Los hijos de José y Miriam aprendieron preciosas lecciones y pasaron las mismas lecciones para sus hijos, los nietos de José. Y así todos habían ayudado a construir un mundo mejor.
Cuando José desencarnó, él fue recibido en el Mundo Espiritual por muchos amigos, que se alegraron al reencontrar a José. José también reencarnó para continuar su progreso espiritual, con la certeza que se había esforzado bastante en la encarnación anterior.