Sugerencia: el evangelizador podrá imprimir el diálogo y dejar, previamente, encima de la mesa para ayudar en la dramatización..
A – ¡No me conformo! ¡Mi mejor amiga no puede marcharse! ¡Desde que nos conocimos nunca nos apartamos! Combinamos en todo.
B – Pero ella pasó en un concurso, consiguió un empleo, ¡está muy contenta! ¿No quieres tú el mejor para ella?
A – Sí, quiero mucho…
B – Entonces no debes pensar así. Debemos dejar lo que es mejor para los otros.
C – Y entonces, ¿lo que pasa?
B – Su amiga va a vivir en otra ciudad y ella está triste.
C – La vida es así mismo. Si hay lazos de afecto de verdad, la amistad continúa.
A – Pero voy a extrañarle...
B – Echar de menos es normal, pero hay el teléfono, correo electrónico, hay también los puentes, pueden visitar una a la otra.
C – Yo tengo una amiga, que le adoro, que fue vivir en Santa Maria hace dos años. Le extrañé, pero con el tempo ese sentimiento disminuye, hice nuevos amigos, el tempo pasa y siempre hablamos. Continuamos amigas, tan amigas cuanto antes, sólo que vivimos lejos. Pero la amistad es la misma.
B – Tenemos que acordarnos que Dios hace siempre el mejor. Ustedes deben ser de la misma familia espiritual. Es que todos tenemos una familia con lazos de sangre y una familia con lazos espirituales.
A - ¿Cómo así?
B – Nuestra familia de sangre son nuestros padres, los hermanos, los tíos, los abuelos. Y nuestra familia espiritual son aquellas personas que tenemos lazos de profundo afecto, de amistad, pudiendo ser o no de nuestra familia de sangre. ¿Ha entendido?
A – Creo que entendí.
C – Y nosotras vamos hacer oraciones por vos, para que comprenda mejor y apoya a tu amiga en este momento da cambio en su vida.
A – Verdad, no había pensado en eso. Es bueno saber que nosotros hicimos parte de la misma familia espiritual. Voy a esforzarme para ser, realmente, una verdadera amiga, pues ella está precisando mucho de mí, en este momento.