Alguien ya oyó hablar de un árbol que, además de dar frutos, daba comida: frijol, arroz, carne, ensalada? Pues sí, ese árbol existió y era un árbol muy especial, porque fue el inicio de una linda historia: Claudia Schmidt
Érase una vez Doña María, una señora muy bondadosa. Delante de su casa había un lindo árbol. Doña María, que era espírita, se preocupaba con las personas que pasaban hambre cerca de su casa. Ella, entonces, encontró una manera de ayudar; todos los días ella colgaba en el árbol delante su casa una bolsa. Dentro de la bolsa, cuidadosamente arreglados, en cajitas de leche previamente limpias, ella ponía comida: arroz, frijol, pan, carne y lo que más tuviese para el almuerzo en su casa.
Con el tiempo, Doña María percibió que la bolsa de comida desaparecía en el instante que era puesto en el bello árbol delante su casa. Curiosa, un día se quedó espiando y vio que un niño, con más o menos seis años de edad, usando una ropa rasgada, esperaba por la comida y se sentaba a la sombra del árbol para saborearla.
Tito comía con gusto la comida de Doña María, pues en su casa, muchas veces, no había que comer. Él vivía con la madre, viuda y tres hermanos mayores.
Doña María resolvió, entonces, acercarse al niño, a fin de auxiliarlo. Comenzó la conversación, le prometió un día después un pastel de chocolate y, así, poco a poco, ellos fueron conociéndose mejor.
Rápido los dos estaban almorzando juntos y Doña María era detallista en la comida, para que el niño creciese fuerte y saludable. Cuando la madre de Tito enfermó y no pudo trabajar, Doña María preparó más comida, para que también hubiese almuerzo para los otros hermanos y la madre de Tito.
En los años que se siguieron, Doña María incentivó Tito a estudiar, le dio a él material escolar, y acompañó sus progresos escolares.
La familia de Tito también fue encaminada para recibir auxilio en el Centro Espírita que Doña María frecuentaba, recibiendo ropas, alimento, orientación profesional y espiritual. Doña María se volvió amiga de la madre de Tito, Doña Ruth, que pasó a trabajar en la casa de Doña María, auxiliando en las tareas del hogar.
Las dos amigas frecuentaban juntas el grupo de estudios en el Centro Espírita y Tito frecuentaba, con alegría, las clases de evangelización espírita. El niño crecía en edad y en saber: era un alumno dedicado y siempre mostraba, orgulloso, el boletín de la escuela para Doña María, que se quedaba contenta en percibir que el niño estudiaba bastante y era un alumno ejemplar. El tiempo pasó, la amistad de los dos se fortaleció y rápido Tito era un adolescente.
Algunos años después, cuando Tito consiguió su primer empleo, Doña María fue la primera en saber que él iba a trabajar en la fábrica cerca de su casa. Fue así también cuando él comenzó a trabajar en el Centro Espírita, para alegría de Doña María.
Mientras Doña María se volvía una viejecita muy simpática, Tito se transformaba en un adulto, y, cada vez más, en un hombre responsable, caritativo, un verdadero hombre de bien.
Cuando Doña María enfermó, Tito y la novia cuidaron de ella durante mucho tiempo. Y fueron ellos que escucharon las últimas palabras que Doña María pronunció en esta encarnación:
- Qué bien que ustedes están conmigo, hoy. Es verdad, el bien que se hace siempre retorna para nosotros.