Elisa quería que las vacaciones llegasen pronto, pues Ella iba a visitar su prima Antonia en la hacienda. En el día que, finalmente, su tía llegó para recogerla, la niña se olvidó de despedirse de sus padres, tanta era la prisa de ir para la hacienda. Claudia Schmidt
Cuando llegaron en la hacienda, Antonia percibió que Elisa no había dicho “buenas tardes” para tío Eugenio y para las personas que trabajaban en el sitio. Los días fueron pasando entre juguetes, paseos a caballo y baños en el río.
Pero una cosa estaba dejando Antonia curiosa: Elisa nunca decía las palabritas mágicas “por favor”, para pedir algo y “gracias” cuando recibía algún favor. Además, cuando Elisa hacía algo errado, Ella nunca decía “lo siento” y Antonia nunca oía Elisa decir “permiso” cuando entraba en su habitación o cuando necesitaba interrumpir los mayores cuando estaban charlando.
Percibiendo que Elisa no conocía las palabritas mágicas que son la señal de la buena educación Augusta y Antonia elaboraron un plan: distribuyeron por toda la casa billetes coloreados con situaciones en que las palabritas mágicas deben ser usadas.
Así, en la cocina habían billetes diciendo:
"Por favor me pasa el azúcar."
"Perdón, me he retrasado para el almuerzo."
"Gracias por hacer mi postre favorito."
En el salón, los billetes decían:
"Por favor, me pasa el cojín."
"Gracias por contarme una historia."
"Perdone por haber pisado en su pie."
En la habitación de Antonia los billetes decían:
"Gracias por prestarme el libro."
"Lo siento si te lastimé."
"Por favor, puede pasarme aquel juguete?"
Cuando Elisa vio todos aquellos billetes dispersos por la casa, creó ser unos chistes. Su prima entonces explicó que era una manera nueva para que Ella y todas las personas de la casa aprendieran a usar las palabritas mágicas.
- ¿Palabritas mágicas? ¿Cuáles son? Yo no conozco ninguna – dijo Elisa.
- Por favor, gracias, permiso, lo siento son las palabritas mágicas - enseñó la prima. Observe, ellas están en todos los billetes, para que la gente pueda aprender a usar esas palabras en todos los sitios y con todas las personas.
Y fue así, con billetes coloreados de varios tamaños, dispersos por toda la casa que Elisa aprendió las palabras mágicas.
Cuando llegó en su casa, Elisa enseñó su madre y SUS dos hermanos a utilizaren las palabras mágicas que había prendido en la casa de la tía Augusta y de la prima Antonia.
Traducción: Pâmela Martins.