Economía de agua


         Ana Luísa era una chica linda, bien educada, responsable y amada por todos. No obstante tuviera sólo seis años, ya era independiente y hacía sus deberes sola, se duchaba sin reclamar y ayudaba a su madre arreglando la cama y guardando los juguetes. Ella también cuidaba de su hermanito Lucas, un bebé lindo de ojos azules.

         Un bello día Ana Luísa recibió un invite de su tía Clara para pasar el fin de semana en Porto Alegre, en la casa de la abuela Letícia. Ana se quedó muy contenta, porque además de visitar a su abuelita, ella iba a pasar un fin de semana con sus primas Tassiane y Talita, que ella adoraba.

         Ana ayudó a su madre a arreglar las maletas, y ni durmió mucho en la noche anterior al viaje, pues estaba muy contenta porque iba a viajar.

         Madre e hija hicieron óptimo viaje. Ellas observaban la belleza de la naturaliza, los lindos paisajes y el bello día soleado que hacía. Dieron gracias a la bondad de Dios, que creó la naturaliza, las flores y los árboles que embellezcan el camino en los viajes.

         La llegada en la casa de la abuela Letícia fue festiva, con muchos abrazos. Mientras mataban la añoranza y contaban las novedades, todos degustaban un exquisito pastel preparado por la abuela Letícia. Tras haber terminado de comer, la abuela fue fregar los platos. Cuando Ana empezó a secar, ella reparo que la abuela fregaba los platos con el grifo cerrado, sólo abriendo para enjaguar, al contrario de muchas personas, que acostumbran fregar los platos con el agua escurriendo todo el tempo.

         Luego las primas empezaron a jugar, hubo cambio de juguetes y las charlas y el ruido tomó cuenta de la casa.

         A la nochecita, todos estaban cansados, y, cuando llegó la hora de dormir, Ana Luísa ayudó a arreglar las camas.

         Cuando tía Clara dijo que era la hora de ducharse y dormir, las primas Tassiane y Talita protestaron, pues querían jugar un poco más. Ana Luísa, al revés, luego fue ducharse, sin protestar.

         La abuelo encendió la ducha y salió del baño, pues Ana sabía lavarse sola. Ella se delició con el agua calientecita y cantó canciones mientras se enjabonaba. Ya hacía unos veinte minutos que la niña se duchaba cuando su abuela abrió la puerta del baño y dijo:

         - ¡Este baño está muy demorado! ¡Se está yendo mucha agua fuera!

         Ana Luísa extrañó, pues siempre tomaba baños demorados. La abuela explico, entonces, que debemos economizar agua para que ella no falte en el futuro. Si todo el mundo economizar agua tomando baños más listos y desconectando la ducha mientras se enjabona, no va a faltar agua para beber en el futuro.

         La charla continuó después del baño, cuando la abuela explico que debemos cuidar de los ríos, no ensuciando, ni tirando basura, para que tengamos siempre agua.

         Ana Luísa prestó mucha atención en lo que la abuela enseñó, y cambió su manera de ducharse: ¡ahora sus baños eran más listos y con economía de agua! Y ella también entendió que debe dejar el grifo cerrado mientras se enjabona y cepilla los dientes.

         El fin de semana fue muy divertido y cuando Ana volvió para casa, contó a su padre y a los amigos sobre el viaje, cuanto había sido divertido y también sobre lo que aprendió sobre la importancia de economizar agua y preservar los ríos. Habló de la belleza de las cascadas, de cómo es bueno tomarse un baño de piscina y de todo que el agua nos da de bueno. Pero también acordó como sería difícil vivir sin agua y como ella es importante para la salud y el bienestar de todos.

         Ana Luísa también habló con la secretaria de su madre para que ella economizara agua cuando fregase los platos y lar opa y pidió que ella no dejara los grifos abiertos o pingando.

         Aquel viaje para la casa de la abuelita fue especial, porque Ana Luísa aprendió una lección que ¡sirvió para la vida toda! Y ella enseñó a muchas personas lo que sabía sobre el agua, y estas personas cambiaron sus hábitos, ayudando a conservar el agua del planeta.

Amália Paz