El embarazo vino a la hora inesperada, recordaba Laura.
La mujer que niega el vientre al hijo que Dios le confía, niega a sí misma la oportunidad de oír el canto alegre del niño indefenso rogandole cariño y protección.
Vino en la hora equivocada y todavía traía riesgos de varias órdenes.
La salud debilitada, problemas familiares, el desempleo...
Su primer impulso fue el aborto. Tomó unos mates que, en vez de “resolver” el problema, la debilitaron todavía más.
Recuperada, buscó una de esas personas que arrancan, todavía en el vientre, el llamado problema de las madres que no desean llevar adelante la gestación.
En aquel día, la matrona había enfermado y había faltado.
Laura volvió a casa preocupada, mil situaciones le pasaban por la mente.
Por la noche, se entro a dormir y le costó adormecer, pero fue vencida por el sueño. En el sueño, vio un bello joven pidiéndole algo que, en la mañana siguiente no supo definir.
Durante todo el día no consiguió sacar aquella imagen de la mente, de suerte que olvidó el embarazo.
En la noche siguiente volvió a soñar con el mismo joven, sólo que despertó con la agradable sensación tan dulce y agradable “Gracias”.
Era como si todavía viera a sus labios pronunciando palabras de agradecimiento, mientras que su corazón irradiaba una paz indefinible.
Desistió del aborto.
Enfrentó todo, superó todos los riesgos y salió victoriosa...
Hoy, pasaron 23 años del episodio, oye emocionada a su bello y joven hijo pronunciar, del púlpito de la solemnidad de su graduación, ante una extasiada multitud:
...Agradezco sobre todo a mi madre, que me alimentó el cuerpo y el Espíritu, dandome no sólo comida, pero cariño, compañía, amor y, sobre todo, vida.
Y, mirandola en los ojos, el hijo pronunció, en un tono inconfundible:
“Gracias!”
Ella no tuvo dudas. Fue lo mismo Gracias, dulce y agradable de su sueño, hace 23 años...
Pierde la oportunidad de iluminar a un Espíritu sediento de evolución, rogándole una oportunidad de reencarnar, para que juntos superen dificultades y estrechen lazos de amistad y afecto.
Si tu mujer, estás pasando por la misma situación de Laura, mírate en su ejemplo y permítete ser madre.
Permítete sentir, de aquí a algunos meses, el agradecimiento en la mirada del pequeñito que te ruega el calor del regazo y una oportunidad de vivir.
Concédete la alegría de sentir de aquí algunos años, adornar el cuello con la joya más valiosa de la cara de Tierra: los bracitos frágiles del niño, en un abrazo cariñoso diciendote:
Gracias mamá, por haberme permitido nacer y crecer, y formar parte de este Mundo negado a tantos hijos de Dios.
Si continuamos negando oportunidades de reencarnación a los Espíritus con los cuales nos comprometemos antes de la cuna, quizás estemos negando a nosotros mismos la oportunidad de una madre o padre, en el futuro.
Pensemos en ello!
Redacción de Momento Espírita, en base a la historia publicada en el Periódico Caridad, de mayo/junio 1997