NO MATARÁS


         El médico ya había atendido varias pacientes, en aquel día, cuando una joven madre entró a su consultorio, llevando en los brazos un precioso fardo: su lindo bebé.

         Así que el profesional le preguntó en que podía ayudar, ella se desahogó, ansiosa: “doctor, necesito que me ayude a resolver un problema grave.

         Mi hijo tiene poco más de uno año y ¡estoy embarazada nuevamente!

         No quiero tener otro hijo ahora. Todavía es muy pronto. Pretendo dar un espacio mayor entre uno y otro.”

         El médico, muy cortés le preguntó: “y ¿en qué podría ayudarle?”

         La mujer, inundada de esperanza, respondió: “quiero interrumpir este embarazo y cuento con su ayuda.”

         El médico la miró generosamente, como buscando inspiración para la solución del caso. Después le dijo: “yo tengo una alternativa mejor para proponerle. Resuelve su problema y no ofrece riesgo ninguno para la señora.”

         La mujer, muy atenta, oyó la sugerencia: “para que la señora no quede con dos bebés, de edades tan próximas, vamos a matar este que está en sus brazos. Así, el otro podrá nacer, sin problemas. Si el caso es matar, no hay diferencia para mí entre uno y otro. Sacrificar ese que ya nació es mucho más fácil y más barato. Además, la señora no sufre ni corre riesgo alguno. Entonces, ¿qué me dice?”

         La mujer quedó horrorizada.

         “¡No, doctor! ¡Qué horror! ¡Matar a un niño es crimen! ¡Es infanticidio!”

         El médico, consciente de su deber, usó algunos argumentos más y convenció la madre de que no había diferencia entre matar el niño ya crecido o el que estaba por nacer.




         “¡No matarás!”

         Este es uno de los diez mandamientos recibidos por Moisés, en el Monte Sinaí, cerca de 1.500 años antes de Cristo.

         El derecho a la vida es una ley divina, pero el ser humano desea sobreponerse al Creador, creando leyes que permitan ese tipo de crimen.

         El aborto, permitido por las leyes humanas o no, no deja de ser un crimen ante las leyes morales que rigen la vida.

         Aunque gran parte de la humanidad se diga espiritualista, todavía se comete en su medio ese crimen bárbaro contra un ser indefenso, dentro del útero materno.

         Salvo los casos prescritos por médicos serios, en que se debe optar por el aborto para salvar la vida de la madre, los demás serán crímenes contabilizados en la economía moral de los responsables.

         Como bien dijo el médico a la madre que deseaba librarse del embarazo indeseado, no hay diferencia ninguna entre matar a un niño en el regazo o en el vientre.

         Hoy en día existen muchos medios de programar el nacimiento de los hijos, en espacios adecuados, sin precisar lanzar la mano al infanticidio.

         El aborto no es compatible con la civilización. Al menos con una civilización de la mayoría espiritualista, que admite la existencia del alma.

         Está más que en hora de pensar en ello.

         Mismo porque el espíritu que tiene su vida finalizada en el vientre materno, no será extinto con la eliminación de su cuerpecito en formación.

         Si fuera un espíritu elevado, él perdonará a sus asesinos, y pierde quien se priva de convivir con un alma buena que vendría para ayudar. Pero, si fuera un espíritu infeliz, podrá perseguir a los responsables en búsqueda de venganza.

         No es otro el motivo, que lleva aquellos que practican abortos, a la perturbación y hasta la locura. Y es generalmente en los sueños que esos cobros ocurren, cuando están cara a cara con sus víctimas.

         Por todo eso, vale la pena tener siempre en mente ese mandamiento divino: “¡no matarás!”.

         Si, por desventura usted ha cometido algún crimen, busque la reparación. Ruegue a Dios, sinceramente, por su misericordia, y haga algo en pro de la vida.

         Si ya practicó el aborto, dedique un poco del su tiempo a los niños huérfanos, deles cariño y atención, sea un regazo amigo y afectuoso.

         Al final, Dios no quiere la muerte del impío, sino la eliminación de la impiedad.

         Piensa en ello, y acuérdate: ¡matar, nunca!

Equipo de Redacción del Momento Espírita, en base a un hecho verídico.